Amor sin fronteras
Allá por el 2018 entré a un grupo de WhatsApp porque me sentía sola. Yo trabajaba de noche y no tenía con quién hablar. Conocí a un chico, que por ese entonces tenía 24 años, extremadamente inteligente y carismático, para mí una persona soñada. Cuando lo conocí por el grupo dije que tenía 22 años. Pasó un año y nos hicimos amigos, había mucha conexión. Mil cosas pasaron, pero nosotros firmes, teníamos una amistad muy linda. Nunca nos vimos las caras, él no pasaba ninguna foto, entonces era sencillo para mí mantener la mentira, ya que era todo por mensaje.
Llegó un momento que ya no aguantamos e hicimos una llamada por teléfono. Teníamos que hablar de lo que sentíamos; ambos somos de Argentina, pero vivimos en provincias diferentes.
Esa noche charlamos y quedó muy expuesto lo que nos atraíamos y queríamos. Los días siguientes nos pusimos de novios. Un noviazgo soñado. El amor más puro, lleno de libertades, respeto, risas, mimos. De todo. No faltaba nada.
Así estuvimos un año, de relación a distancia. Hasta que un día quisimos más. Y eso me tuvo que llevar a mi verdad. Una noche le dije que había mentido. Que él era inalcanzable para mí por su edad, y que esa fue la razón de haberle mentido.
Y pensé que era el fin, pero lloramos los dos. Muchísimo. Yo sabía que tenía que dejarlo ir, que él podría estar con una chica joven, tener hijos…que podrían compartir muchas cosas.
Pero aquí seguimos, no sé lo que somos, pero seguimos juntos. Todas las noches hablamos cuatro o cinco horas. La conexión se mantiene. Me dice que nunca se va a enamorar para no lastimarme. Ya no decimos “te amo”, sino un te quiero o te adoro, pero en el fondo ambos sabemos que esto que sentimos es un amor de otro planeta. Que nadie podrá igualar. Tan sólo quisiera encontrarlo en otra vida. Los dos siendo adolescentes, con un futuro delante. Si es que podemos vivir otras vidas. Quiero creer que sí.