Todo comenzó cuando tenía trece años. Mi primer novio de secundaria se llamaba Alexis. Con este chico yo duré cuatro largos y hermosos años. Tenía la tonta idea de casarme con él porque lo amaba demasiado. Incluso inicié mi vida sexual con él a los quince.
En uno de nuestros aniversarios tomé la decisión de comprar un cachorro de raza pitbull, yo como una tonta más enamorada. La queríamos tanto que entre los dos tomamos el riesgo de meterla a un campeonato de obediencia para defensa personal, pero desde ese momento comenzó a cambiar todo.
Salí de la secundaria por problemas económicos de la familia y comencé a trabajar. De todas formas, a mí siempre me encantó ayudar a mi abuela. Luego, cuando cumplí dieciséis años me tomó por sorpresa un embarazo no planeado. Nunca imaginé que fuese a tener una familia con él, pero otra vez vino el cambio cuando tuve un aborto. Mi vida se transformó.
Su mamá nunca aprobó nuestra relación. Decía que yo sólo buscaba su herencia, porque ellos tenían una casa hermosa, pero eso era lo de menos. Por dentro me sentía destrozada, pero a la vez feliz porque me dieron una segunda oportunidad de disfrutar la vida sin una preocupación. Pasando los meses me recuperé y se presentó un viaje familiar por parte de él. Nos dirigíamos a Monterrey, pero comencé a notar el viaje muy extraño. A él lo sentía cada vez más distante y menos amoroso, comencé a sospechar de otra cosa más pero quise terminar suponiendo que era porque su mamá fue con nosotros al viaje.
Cuando llegamos a un departamento de su familia supuse que me darían una habitación para dormir con él, pero vaya que me equivoqué. Terminé durmiendo en un sofá en la sala, gracias a su mamá que me acomodó en ese lugar tan solo y frío. Al día siguiente no recibí ni un “¿cómo dormiste?” por parte de él. En ese momento mi corazón me alertó de algo; en un descuido que él tuvo de su teléfono vi la oportunidad de revisar que era lo que estaba pasando. Y para mi sorpresa no era yo la única a la que estaba engañando.
Rompí en llanto por saber lo que en realidad estuvo pasando sin darme cuenta, él muy asustado me preguntó que qué me pasaba. Yo fui dura y firme, le contesté la poca madre que había tenido, “no soy a la única que haces tonta son otras dos chicas más”. Tomé mi maleta y le dije que en su vida me volviera a buscar y que terminábamos. Me di la vuelta, tomé un taxi y con los ojos llorosos me dirigí a casa de mi abuela.
A la mañana siguiente me buscó pidiendo perdón; yo acepté hablar para tener una explicación tonta, la cual no creía, así que lo escuche y apenas terminó de hablar le pedí que se fuera, porque sentía mucho rencor y coraje, porque fui recordando que en mis cumpleaños o eventos especiales nunca estuvo. Me deprimí tanto que estuve toda una semana sin pararme de la cama, ni
comer bien. Mi hermana mayor Jessica fue mi salvación, me animó a comer, arreglarme y me invitó salir a un bar para poder bailar y despojarme de mi dolor. Fue ahí donde pude olvidar todo.
Me presentó a todos sus amigos y mi corazón latió a mil por hora cuando conocí a uno de ellos, que todos lo conocen como Jam pero en realidad se llama Edgar. Me encantó su vibra, nos tomamos una foto y mi hermana la publicó en redes. Tardó tres días en encontrarme y me envió un mensaje pidiéndome salir al cine.
No tardé en aceptar, así que quedamos en salir un domingo. Cuando llegó el día de la cita, Alexis volvió a buscarme, esta vez con un ramo de rosas y un anillo de matrimonio. Quedé en shock por ver eso, así que me senté a platicar muy seriamente con él diciéndole que para mí fue imperdonable lo que hizo y que cometería un grave error si volvía con él. Me arrepentí de haber dejado plantado a Edgar, él un poco triste me preguntó qué había pasado, asustada le mentí diciendo que mi abue no me dejó salir, pero que sin problemas mañana nos podíamos ver. Él acepto y al día siguiente me arreglé muy linda, pero cuando estaba a punto de salir empezó a llover, así que salí muy deprisa de la casa de mi abue para poder llegar a tiempo, sin mojarme tanto. Llegué empapada y con muchísimo frio, lo saludé y él muy lindo me ofreció dinero para comprarme algo de ropa seca. Yo rechacé el dinero, le dije que no pasaba nada que era sólo un poco de agua.
Vimos la película y una de las canciones que apareció se convirtió en una de nuestras canciones especiales. Esa noche la pasé increíble, mi corazón estaba nervioso y mil mariposas volaban en mi estómago. En la madrugada de un 2 de octubre me dijo que si quería ser su novia, yo nerviosa acepté y a la semana siguiente se hizo mi novio oficial frente a mi abuela. Ella le hizo una pregunta “¿a qué te dedicas?”, yo estaba asustada porque sabía que ella consideraría malo su trabajo, pero Edgar muy tranquilo le contestó: “señora yo soy un mesero en un club para adultos” y mi abue muy tranquila sólo le respondió que cuidara mucho de su niña.
Pero no acaba aquí. Una de mis tías, que es muy cizañera, le dijo a mi abuela que él se encargaba de llevar a las chicas a ese lugar. Muy asustada me preguntó “¿oye y él cuántos años tiene?” y fue en ese pequeño momento donde sentí muchos nervios, porque él es 13 años mayor. En ese momento yo tenía dieciocho y él treintaiuno. Mi abuela se asustó más cuando le dije nuestra diferencia de edad, y me preguntó si en verdad se encargaba de meter a chicas en eso. Yo a carcajadas le contesté que no, él sólo era mesero.
Mi mamá fue la que nunca estuvo de acuerdo con nuestra relación, por la gran diferencia de edad. A mí no me importó su opinión y seguí adelante con Edgar. En la noche del 29 de octubre me regaló un anillo de promesa y a mis diecinueve años me embaracé de nuevo, esta vez ya planeado. Los dos estábamos muy felices. Mi mamá dejó de hablarme por 3 meses con la noticia, hasta que lo aceptó después de un tiempo y me pidió que me fuera con ella. Acepté porque en esa etapa yo no sabía que era lo que me esperaba. Pasaron los meses y nos enteramos de que sería una hermosa niña; toda la familia estaba contenta por tener una princesa más. Llego el día del parto y él estaba conmigo y mis padres igual entusiasmados por conocer a la pequeña Milan.
Hoy llevamos cuatro hermosos años juntos, como familia hemos tenido momentos malos y buenos, pero no dudamos en seguir juntos, amándonos como el primer día.