Mi historia de amor empezó el 9 de noviembre de 2020. Desde antes de conocerlo siempre tenía un presentimiento de que algo me pasaría ese día, pero nunca pude adivinar qué. Le contaba a mis amigos, pero ninguno me creía, creo que son una de las pocas cosas que debemos mantener en secreto, Las intuiciones. En fin, fue en mayo de 2020, cuando la pandemia aún era nueva y todo el caos estaba sucediendo aquí en Estados Unidos, que no podía salir ni para la universidad. En ese mes, una amiga me comentó sobre una aplicación para conocer extraños de todo el mundo. Los padres siempre nos dicen “no hables con extraños”, ¿y yo qué hice? Pues me aventé a ver de qué se trataba esa app. Su nombre es Slowly y consiste en enviar cartas a desconocidos por todo el mundo. ¿Qué la diferencia de otras aplicaciones? Las cartas toman horas, hasta días en llegar. Es como si la hubieses mandado por correo.
Las cartas a Europa tomaban más de 10 horas para llegar. Me gustó el concepto, era diferente. Otra cosa es que no puedes poner una foto tuya, si no una que ellos te dan, como un avatar. No puedes enviar o recibir fotos, a menos que lo quieras. Es una aplicación que te protege. Volviendo a mi historia, traté la aplicación por meses, conocí personas con las que aún hablo, y el 9 de noviembre conocí a mi ahora novio, Mitchell. Yo soy dominicana, y él es americano. En la semana antes de conocerlo fue mi cumpleaños, primero de noviembre, y estaba pasando por una mala racha con la familia y la universidad, porque aún no me acostumbraba a estar en la casa tanto tiempo.
La primera carta que le mandé no fue nada especial. Solo decía mi nombre verdadero porque no lo usaba en la aplicación. Decía mi edad, mi carrera, que me gustaba y nada más. Una carta muy corta. Tomó tres horas para llegarle, porque él vive en Pensilvania. Me respondió de inmediato, pero supe de hasta el día siguiente porque ya era tarde cuando llegó su carta. En ella me decía lo mismo que yo le había escrito, pero la de él era mucho más larga. Me decía que él también compartía mi pasión por la lectura y escritura. Que hasta había autopublicado una pequeña historia y eso me conectó con él. Teníamos tanto en común. El no saber cómo se veía físicamente nunca fue un impedimento. No me importó, porque me gustaba hablar con él. Las cartas se volvieron cada vez más constantes, hasta tres en un solo día. Hablábamos de todo. Se sentía como sí ya lo conociese, pero al mismo tiempo no tenía idea de quién era.
Por su parte, un mes antes de conocerme, él se había separado de su novia y estaba pasando por un momento oscuro como yo. Tampoco la diferencia de edad nos detuvo en aquel entonces. Él tenía veinticuatro y yo diecinueve -ahora el tiene veinticinco y yo veinte-. A una semana de conocernos, me mandó una copia vía email de su libro y en ella estaba su red social Discord y como yo también la tenía, decidí enviarle un mensaje por ahí. Hablábamos todos los días. Él se tenía que ir a dormir a las ocho porque tenía que levantarse temprano a trabajar, por lo que comencé a llamarlo oldman. Luego tuvimos nuestra primera llamada en diciembre siete y aún recuerdo cómo me temblaban las manos y el corazón. Quería escapar de mi pecho, tenía miedo de que mi inglés me fallara o que mi acento no lo dejase entenderme. Mientras hablábamos me fui sintiendo cada vez más cómoda con él. Nos reímos, compartimos historias de cuando éramos pequeños, y hablamos de tal vez algún día vernos en persona. Nunca lo vi como una posibilidad porque pensé que después de un tiempo me dejaría de hablar, pero le dije que sí, que esperaría poder vernos algún día.
Una semana después, le escribí “¿Tienes algo que decirme?” algo normal que muchos latinos decimos, y él pensó que si era que me estaba ocultando algo y me dijo “Well if you think I want to date you, you are right, I haven’t been hiding it well.” Recuerdo que cuando me desperté y vi este mensaje mi corazón dio mil vueltas y comencé a sonreír, ni había considerado la posibilidad de que le gustara y mucho menos que él me gustara. No supe qué decir por lo que le expliqué a lo que me refería con mi mensaje. Semanas después, y antes de navidad, le comenté que me gustaba, para aquel entonces ya habíamos hecho videollamadas y ya sabíamos cómo nos veíamos. Él me preguntó si quería ser su novia y le dije que me lo preguntara cuando nos viéramos en persona, y ahí comenzaron los planes para reunirnos.
Le comenté a mi madre y ella sólo me dijo que él podía venir a la casa y conocernos aquí, sin salir a otro lugar, porque era peligroso ya que no lo conocía en persona. En aquel entonces aún era peligroso también por la pandemia y mi madre había decidido cambiar los pisos de la casa, entonces había mucho desorden. Me dijo que él podía venir cuando ya estuviera listo todo en la casa y eso tomó un mes, porque las personas que lo iban a hacer cancelaron, el piso duró semanas en llegar y el buscar a alguien que lo instalara también.
Cuando ya estaban terminando el piso, planeamos su visita para que viniera un febrero 13 y comenzamos a contar los días para conocernos. Cuando llegó el día, mi padrastro se encontraba atorado en Puerto Rico por la pandemia y mi mamá había salido a la tienda justo cuando él llegó. Estaba en casa sola. Una corriente de nervios me recorrió el cuerpo y no podía ni caminar. Él comenzó a llamarme para decirme que estaba afuera. Me armé de valor, traté de sonreír y le abrí. Cuando lo vi, era mucho más alto de lo que me imaginaba, aunque todos son altos para mí (mido 4 ’11 y el 5′ 8). Le dije que se podía quitar el cubrebocas y que tenía que lavarse las manos. Nos sentamos en el mueble y comenzamos a hablar, él no habló mucho; aún después de casi un año sigue siendo así. Mientras tanto yo hablo mucho, no sé si es por ser latina.
Cuando mi madre llegó nos preparó el desayuno de ese que es más comido por americanos, pancakes, bacon, huevos y jugo. Nos la pasamos hablando y viendo TV hasta que se fue a las 6 pm para un hotel que había reservado. Al día siguiente, cuando volvió, todo se sintió más natural, y mi tía y prima de Brooklyn habían venido a conocerlo, pasamos un buen día y jugamos bingo. Él se fue a las cuatro porque tenía que manejar de regreso y eran tres horas, además tenía trabajo al día siguiente. Antes de irse, me leyó una carta que escribió, pidiéndome que fuera su novia.
Después de esa primera visita, mi tía me había dicho que su esposo tenía familia en Pensilvania y pensaban ir en marzo, y decidí ir con ellos; y dio la casualidad de que Mitchell vivía a sólo 25 minutos de donde la familia del esposo de mi tía. Fui de un miércoles a un domingo y cuando llegamos a eso de las ocho de la noche a Pensilvania el 17 de marzo, Mitchell fue a verme y duramos una hora juntos. Luego planeamos ir a conocer a su familia el viernes. Al siguiente día, salimos nosotros solos por primera vez y fuimos a comer; me enseñó lugares allí y también caminamos por un parque, aunque no pudimos durar mucho, porque estaba frío y lloviendo.
Ya que llegó el viernes fuimos mi tía, prima, el esposo de mi tía y yo a conocer a su familia. Tuvimos una cena con ellos en su casa y a eso de las ocho nos fuimos. Él y yo nos volvimos a ver el sábado. Me fue a buscar a las ocho de la mañana y salimos a desayunar a un dinner. Luego fuimos a su casa, y esperamos por sus padres para salir a un restaurante a las tres. El domingo me fui y él me fue a ver antes de irme, lo cual fue gracioso porque nunca nos dábamos un beso de despedida, entonces mi familia comenzó a cantar “beso, beso” y pues pasó. Me asustaba conocer a su familia porque yo era latina y pensaba que no me iban a aceptar, pero no fue así, su madre fue muy amable y su padre también. Su padre es como él, no habla mucho, pero su mamá conversó mucho con nosotros.
Después de eso lo volví a ver en junio y fuimos a un parque de diversiones. En julio me fui para mi país natal y volví en agosto. Ya en septiembre él vino a verme. Y del 24 al 26 me vino a buscar para ir a su casa e ir a un concierto el siguiente día. No nos hemos vuelto a ver desde entonces, pero nos seguimos mandando cartas por la aplicación, También nos mandamos cartas por email. Él me manda regalos por correo, uno de ellos fue el libro Nunca dejes de creer en el amor. Me lo regaló de cumpleaños porque tenía tiempo diciéndole sobre el. Nos volveremos a ver en noviembre para su bautismo. Queremos volvernos a ver para navidad para que la pase con mi familia, pero nada es seguro aún, lo único seguro es que tomaré el bus para ir a pasar el 31 de diciembre en su casa.
Ahora celebramos los días nueve y trece de cada mes como nuestro aniversario. Mañana será el de un año conociéndonos y el 13 de febrero un año de novios. Algo que se me olvidó mencionar es que él es mi primer novio. Que tenemos desde diciembre leyendo novelas juntos. Comenzamos con uno llamado The 7 1⁄2 of Evelyn Hardcastle, luego Forgive me, Leonard Peacock, luego The madman tale, empezamos El alquimista hace un mes y aun no vamos ni por la mitad porque el nos sabe mucho español y tengo que ir traduciendo todo, pero fue su decisión el leerlo en español.
Vemos películas juntos los fines de semana, y todos los días en la noche él me lee el libro que estamos leyendo en el momento. Estoy tomando clases para manejar y él me dio clases en un parqueo. Tenemos esta regla que por más enojados que estemos no nos vamos a dormir enojados y por más orgullosos que seamos siempre nos pediremos perdón. También leemos un cómic llamado Lore Olympus‘. También tratamos de darnos cartas físicas cuando nos vemos, como una forma de recordarnos cuánto nos amamos a pesar de la distancia y además tenemos un cuaderno donde escribimos como un diario. Cada vez que lo veo le doy el diario y él escribe cada vez que puede y cuando me ve lo devuelve. Es una manera de decir las cosas que tal vez no pudimos decirnos en persona o por teléfono.
Bueno, está es mi historia.