Luego de años de soledad me acostumbré a ella. Decidí viajar a otro país, abrirme a nuevos horizontes. Era tan sólo una joven de 19 años cuando tomé esa decisión. A los días de llegar a Perú, salí a un bar con unas amigas, luego de un rato llegaron a la mesa unos conocidos de ellas y fue ese preciso momento que lo conocí.
Al cruzar miradas se me detuvo el tiempo, su sonrisa estremecía cada parte de mi alma y al tocar su mano para presentarnos mi corazón se aceleró muchísimo. Al transcurrir la noche conocí un poco más de él. Pertenecía al ejército del Perú, era amante de los gallos, le encantaba la lectura y siempre pensaba en superarse. Esa visión de la vida hizo que tuviera un cargo muy importante por el cual debía viajar por un año fuera del país. Mi corazón al escuchar de su partida dejó de latir y en cambio entró el luto; sentía que era imposible soportar esa partida. Me pregunté porque me sentiría así, si apenas lo conocía. Al terminar la noche cada uno tomó un rumbo distinto.
Al pasar los días no dejaba de pensar en ese chico del bar con sonrisa encantadora, hasta que recibí un mensaje desconocido. Para mi sorpresa era de él. Jamás pensé que se fijaría en mí realmente. Comenzamos a escribirnos por un tiempo, cada segundo que pasaba sentía un sentimiento que no había conocido y tenía temor porque cada día se acercaba más su partida. Cuando salimos por primera vez bailamos, bebimos y en el amanecer fuimos a la playa. Corrimos como locos, nos caímos en la arena, allí fue que me robó el primer beso y de un momento a otro me pidió que me casara con él, que fuera su prometida y lo esperara del viaje para iniciar una vida juntos. Yo no lo podía creer.
Al pasar los días seguimos saliendo y cada vez sentía que ya no podía controlar mi sentimiento, al ver como cada parte de mi cuerpo se estremecía al escucharlo. Mis manos sudaban al sentir las de él, mi corazón latía cada vez más al ver las atenciones que él tenía hacia mí. En unas de nuestras citas le regalé flores azules, que se supone representan un amor platónico. Él no se lo esperaba y para ser sincera nunca nadie había despertado esa parte romántica en mí.
A unos días de su partida decidió invitarme a una reunión de su familia, pero antes de ingresar me comentó que no dijera que nos conocimos en un bar, ni que yo era ambulante. Me quedé en silencio, pensé en si lo decía porque sentía vergüenza de mí, porque yo apenas me estaba forjando un futuro en un país desconocido y él tenía un estatus social muy diferente al mío, o lo hacía por protegerme de su familia, por evitar algún comentario negativo de su parte. Pues bien, durante toda la noche actúe como si nada pasara. Pasaron los días y llegó el momento de la despedida, y aun en mi mente retumbaba esa confusión por la reunión, mas no quise aclarar nada, quería que todo estuviera bien al momento de separarnos por un año.
Al comprender que no lo vería ni escucharía su voz entró en mí una enorme tristeza. Todo perdió sentido. Él partió a África y no habría muy buena señal para comunicarnos, debido a que estaba de servicio. Sufrí mi pena en silencio hasta que el me escribió, todo tomó sentido nuevamente, pero la felicidad duró poco. Él sólo pensaba en que yo tenía que superarme, que no podia estar sin estudiar, ya que en ese tiempo sólo tenía bachillerato. Allí entendí que sí era vergüenza lo que él sentía de mí, porque yo no lo representaba. Comenzó a exigirme estudios, buen físico y sobre todo que le fuera fiel y lo esperara, que cuando él regresara quería que yo hubiera estado realizada profesionalmente.
Sentí como si no valiera nada, como si mi amor para él no valiera nada. Yo que cuidé de él cuándo enfermó antes de irse, le demostré que a pesar de no tener una situación económica estable estaría con él, que no me importaba nada más que él. Para mí un estatus social se puede forjar al transcurrir los años con dedicación, pero conseguir que una persona te demuestre que estará contigo en la salud y en la enfermedad para estos tiempos es muy difícil.
No sé cómo explicar lo siguiente, pero mi conexión con él es tan única que podía saber cuándo estaba enfermo, afligido o cuando pensaba en mí. Sabía cuándo él se contactaría conmigo, quizás era solo intuición o presentimiento, pero sucedía. Al pasar el tiempo dejamos de hablar, yo vivía mi luto día a día. Comencé a estudiar y a trabajar al mismo tiempo, algo curioso, pero yo nunca le conté mis metas de superación. Entonces pasaron los meses, un día me llamó y yo me encontraba mal de salud. Sus palabras fueron las siguientes: “Levántate. Que esta vida es para los fuertes”. Yo sólo quería que todo estuviera bien, entonces guardé silencio, pero me sentí decepcionada.
Desde ese momento no hablé más con él, luego llegó el día de mi cumpleaños y me felicitó. Sólo le respondí un “gracias”. Pasaron más meses y regresó a Perú. Mi corazón latía, quería correr a verlo, pero recordé todas sus actitudes y me dije a mí misma “Ten amor propio. No puedes amar a alguien más que a ti, tú eres tu prioridad”. Ambos dejamos de seguirnos en redes sociales y fue la decisión más sana que tomamos, pero a pesar de que transcurrieron dos años, yo anhelaba verlo. Poder sentir su presencia, porque en todo momento lo he tenido presente. Cada melodía que escuchaba, el sólo pensar en él mi corazón latía, pintaba una sonrisa en mi alma.
Hoy decidí dejar mi orgullo y contactarle. Él no podía creer que era yo y lo primero que hizo fue decirme “eres mi gran amor”. Recordé tantos momentos lindos a su lado, cuando cuidó aquella vez que corrimos en la playa al amanecer. Quería verme charlar, intentar nuevamente un romance, pero, aunque anhelaba que así fuera, no podía olvidar esas palabras que me lastimaron.
Decidí cerrar ese capítulo de mi vida, decirle que es y será el amor de mi vida; quizás hoy con veintiún años nadie al mi alrededor no lo crea, pero es verdad que sólo pienso en él y mi corazón late, continúa latiendo por él. Así pasen años eso no cambiara. Le dejé en claro que mi amor perdurara hasta los últimos días de mi vida, que no le guardo rencor por todas sus malas acciones, que lo tomé como consejo de superación. Le agradecí por todos esos momentos tan hermosos e inolvidables. Dejamos de escribirnos, pero él siempre está pendiente de mis redes.
En esos días en que ya estábamos separados recibía mi título. Ya me había graduado como tripulante de cabina. Sólo quería que estuvieran dos personas presentes: mi madre y él. Lamentablemente ninguno estuvo presente. Aunque sí se enteró que me había graduado, aunque nunca me felicitó, y yo por dentro esperé siempre un “felicidades” de su parte.
Ya ha transcurrido el tiempo. Él sólo ve mis redes sociales y se mantiene al margen, pero yo sigo viviendo el calvario de no poder tenerlo a mi lado. No sé si esto es amor. Pero la conexión con él sigue siendo la misma, hasta más fuerte. Temo no poder controlar mis sentimientos, hay momentos que quiero correr a sus brazos olvidarme de todo, que mi corazón lata tanto que lo pueda sentir en el pecho, que su sonrisa detenga el tiempo, que sólo seamos los dos, que se erice nuestra piel como el primer día, que su mirada recorra cada parte de mi ser…que vea que aún le pertenece mi corazón.